El roble que esperaba la llegada del otoño

Cuento para niños de 10 años

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Este mes Toni de Contes per crèixer, comparte con nosotros la historia de árbol muy trabajador.

EDAD RECOMENDADA PARA ESTE CUENTO:

A partir de los 10 años.

POR QUÉ DEBES LEER ESTE CUENTO A TUS HIJOS:

Cada vez más, los seres humanos nos olvidamos de nuestro remoto origen. Cada vez más, nos alejamos de la madre naturaleza de la que provenimos. A pasos agigantados, nos estamos desnaturalizando, es decir, nuestro entorno, sobretodo el estilo de vida sedentario y urbanita nos aleja de la naturaleza y nos parece que no formamos parte de ella. Esta idea es totalmente errónea, seguimos formando parte de la naturaleza, el hombre y la mujer, han sido capaces de modificarla (en exceso seguramente) para adecuarla a sus necesidades. Aun así, seguimos dependiendo de ella.

Este cuento nos puede servir para reflexionar sobre ello. Los árboles son imprescindibles para la supervivencia de la especie humana, luchar por su conservación se tiene que convertir en una obligación para cada persona, sino el destino de nuestros niños será muy complejo.

Este cuento considero que es adecuado a partir de los diez años. Léelo conjuntamente con tu hijo/a. Explícale lo que quizás no haya comprendido suficientemente bien. Proponeos hacer una acción para “salvar nuestro mundo” (por ejemplo, plantar un árbol).

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EL ROBLE QUE ESPERABA LA LLEGADA DEL OTOÑO

En un rincón solitario de la sierra de Collserola, vivía un roble alto, fuerte y hermoso que esparcía sus ramas alrededor de su grueso tronco.

El roble deseaba que el otoño llegara. Tenía ganas de ver como sus hojas, como por arte de magia, iniciaban una lenta y bonita transformación. Primeramente, su color verdoso cambiaría para coger tonos amarillentos y a veces rojizos. Después, las hojas se irían retorciendo en sí mismas y, finalmente, caerían delicadamente al suelo. También deseaba que el otoño llegara porque sabía que así podría descansar durante una larga temporada.

Y quizás os preguntaréis cómo es posible que un roble se sienta agotado, cansado. Pues, sí, los robles y los otros árboles, aunque a nosotros no nos lo parezca, también se cansan. Como las personas.

Nuestro amigo, el roble, quería descansar de todo el trabajo que había hecho durante la primavera y el verano. A los robles y todas las plantas caducifolias, aquellas que en otoño se desnudan y pierden sus hojas, durante la primavera les toca vestirse y crecer. Vestirse y crecer es un trabajo pesado para un roble ya que debe ser capaz de transformar los elementos minerales que se encuentran en el suelo, en células y, éstas, agrupadas van dando forma al árbol. Unas se dedican a hacer crecer el tronco, tanto en longitud como en grosor, otras son las que formarán las hojas, otros formarán las flores, otras formarán las bellotas que son el fruto del roble … Ya ves, como puedes imaginar, no es una tarea fácil, ¿verdad?

Pero además del trabajo de crecer y desarrollarse, nuestro amigo, durante el tiempo que está vestido con su espléndido follaje, realiza otra tarea muy importante: cada una de sus hojas, en su interior, dispone de un pequeño laboratorio químico. ¡Qué locura, pensaréis! Pues es verdad. Cada una de las hojas está capacitada para hacer una transformación muy importante para el hombre. Estos pequeños laboratorios absorben el anhídrido carbónico que es un gas que se encuentra en la atmósfera, de este gas, las hojas se quedan el carbono y vuelven a la atmósfera el oxígeno que es tan necesario para las personas podamos respirar. Este trabajo que hacen las hojas es la fotosíntesis. De este trabajo, nuestro amigo, está orgulloso porque se siente útil de poder ayudar a la humanidad.

Nuestro roble, durante este periodo de alegría, de bonanza, de cantos, que es la primavera y el verano, cobija algunos pájaros que anidan en sus ramas. Le gusta poder proteger los nidos del pinzón, del mirlo, del arrendajo, del carbonero rabilargo, y ver cómo las diferentes anidadas van creciendo.

Ya veis qué tipo de trabajo hace nuestro amigo, como todos los otros robles. Ahora quizás comprenderéis mejor porque los robles esperan la llegada del otoño: para descansar de todo el trabajo realizado durante la primavera y el verano.

Poco a poco, mientras el otoño penetra en las montañas, los robles van durmiéndose. Descansarán. Cogerán fuerzas para cuando sea el momento: el estallido de la primavera los despertará y, nuevamente, con energías renovadas, comenzará el ciclo vital para su vida, pero también, para nuestra vida. ¡No lo olvidemos!

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