En todos los grupos donde se reúnen varias madres y hablan de sus propias experiencias con sus hijos siempre sale una o varias madres que te dicen que su hijo no come. En el grito de desesperación te preguntan “¿Que hago para que mi hijo coma?”. Pues bien, no hay ningún secreto los niños suelen regularse por si mismos, pero si estás perdida en esta duda te dejamos con los consejos de nuestra nutricionista Iria que con unos pasos muy sencillos puedes obtener buenos resultados!
Una de las frases que más escucho en consulta o en mi entorno es: “que mi hijo/a coma, es una lucha diaria”.
Y a mí me gusta dejar claro que “hijo”, “comer” y “lucha” no deberían ir en la misma frase.
El título del post habla desde el “nosotros”. Porque debemos empezar a pensar en que lo que ellos hacen, pasa por lo que nosotros decidimos y hacemos. El entorno familiar tiene un papel crucial en establecer la conducta alimentaria de los niños.
No son pocos los estudios realizados sobre el comportamiento alimentario durante los primeros años de vida. En el post de hoy, os muestro algunas de las conclusiones que pueden darnos ideas prácticas.
COMENZANDO BIEN
Los niños pequeños se muestran más receptivos a probar nuevos alimentos durante los dos o tres primeros años de vida. Por ello es importante ofrecer (que no es lo mismo que obligar a comer), una variedad de alimentos saludables desde el inicio de la alimentación complementaria.
VARIEDAD SÍ, PERO DE LA BUENA
Ofrecer diversos alimentos (saludables) desde edades tempranas es efectivo para que coman tanto estos alimentos como otros nuevos. En un estudio, informaron que comenzar la alimentación complementaria exponiendo al bebé a una variedad de vegetales da como resultado una mayor aceptación y consumo de frutas y verduras.
“¡LO HA RECHAZADO UN MONTÓN DE VECES Y HOY SE LO HA COMIDO!”
Ofrezcamos el alimento en varias ocasiones, aunque las primeras veces no quiera probarlo. Hay estudios que muestran que exponer hasta 10 veces al bebé a un nuevo alimento vegetal, ¡aumenta su consumo incluso hasta 6 meses después! Por lo tanto, podemos seguir comiendo y ofreciendo ese alimento, saludable y habitual en nuestros platos. Con total normalidad, sin presiones, sin insistir, sin chantajes… Utilizar la presión para que el niño coma se relaciona con un menor interés por comer por parte del niño.
Y si sigue sin querer consumirlo, no pasa nada, pues no hay alimentos imprescindibles. Otra cosa es que desterrase por completo alimentos que aporten nutrientes necesarios y que no los pudiésemos encontrar en otros.
PEQUEÑOS IMITADORES
Una forma de aprendizaje en la alimentación se produce mediante la observación e imitación de los comportamientos de los padres. Sí, somos su principal modelo a imitar y esto es algo que debemos tener muy claro. Mucho más incluso que otros niños.
También lo son sus hermanos, pero éstos también imitarán a los padres, así que se mire por donde se mire nuestra actitud será un referente.
Además, el niño aceptará mejor aquella comida que sea similar a la que coma la persona que imita.
Comer en familia, por tanto, es fundamental. Además de una oportunidad única para crear un ambiente relajado, de conciencia sobre lo que se está haciendo y para
compartir momentos que se convertirán en recuerdos.
DEJEMOS QUE PARTICIPEN
Observar alimentos también puede influir positivamente en su conducta alimentaria.
¿Qué tal si llevamos a los peques a la compra? A la frutería del barrio, por ejemplo. Y aprovechamos para explicarles qué es aquello que estamos comprando. De esta manera, se familiarizan y participan en el proceso. No dejemos que sean solo meros espectadores, dejemos que sean parte de la película.
En conclusión…
Como padres y educadores necesitamos inspirar a nuestros hijos, impactar positivamente en ellos en todos los aspectos y en todos los ámbitos (también el alimentario). Y a veces, se nos olvida y caemos en sentimientos de preocupación y culpabilidad, que no nos dejan disfrutar de esta etapa única.
Pongo la guinda a este post con la siguiente frase, que refleja lo que acabo de decir y da respuesta a la pregunta del título:
“En el más feliz de nuestros recuerdos de la infancia, nuestros padres eran felices también”. Robert Brault.
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